El 23 de septiembre de 1947 se promulgó en Argentina la Ley 13.010 que instituyó el sufragio femenino. Una ley que como muchas se fue gestando en complejos y álgidos debates entre diferentes sectores de la sociedad y que llevó alrededor de 50 años entre la propuesta inicial del partido socialista en 1896 y la consagración de la ley en 1947 en el gobierno de Perón. Esto permitió que sectores muy antagónicos en los comicios de 1946 pudieran coincidir en la necesidad del sufragio femenino. A esto se sumó el impulso de un contexto internacional favorable en el que la Comisión Interamericana de Mujeres surgida en 1928 había promovido desde entonces el voto femenino.
A la vez que las habilitaba a votar, también les permitía a las mujeres ser electas para cualquier cargo público. El cambio era revolucionario y en algún sentido más profundo que el derecho al voto: la mujer podía pasar a ser dirigente política. Los derechos y responsabilidades políticas de los hombres y las mujeres pasaron a ser los mismos.
Si bien la ley se promulgó en 1947, recién en 1951 las mujeres pudieron ejercer su derecho. Para que las mujeres pudieran votar hubo que modificar procedimientos técnico-administrativos estatales que hacían a la identidad de las personas físicas, que en la Argentina estaba asociada al padrón militar desde el siglo XIX.
Esto vino de la mano de Eva Duarte, pero antes que ella también de las mujeres sufragistas, radicales, socialistas, comunistas, librepensadoras. De muchas mujeres que pelearon por nuestros derechos en todas las épocas y que también estuvieron invisibilizadas pero que nos gusta recordar.
Mujeres que lucharon duramente por lo que después Evita reivindicó.
En tiempos donde lo que parece estar en juego no son exclusivamente las propuestas de un partido u otro, donde lo que se degrada es el propio pacto social, los arreglos democráticos, poniendo en discusión la democracia con discursos que apelan a la violencia descarnada antes que los debates, sostenemos la apuesta por la defensa de los derechos; que siempre remite a construcciones previas, a debates álgidos y a construcciones colectivas que aún conseguidas, no son eternas o nunca están dadas y que requieren siempre en la fragilidad propia de todo proyecto social la defensa de la ciudadanía activa.