
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al coronavirus Covid-19 como una pandemia debido a su propagación mundial. ¿Qué es una pandemia? Si un brote epidémico afecta a regiones geográficas extensas (por ejemplo, varios continentes) se cataloga como pandemia.
Comenzar a tomar un poco de conciencia de lo que, como profesionales de la salud mental estamos transitando en este momento de pandemia, es en defnitiva lo mismo que les pedimos muchas veces a nuestros consultantes, esa búsqueda, esa mirada hacia su interior, su cuerpo, su mente, sus emociones.
Escapar de la cuarentena. Escapar del encierro. Escapar de la familia a la que de repente se le encontró 24 hs. dentro de la misma casa. Escapar de esa violencia que antes, con la mejor excusa de salir a trabajar o estudiar, nos permitía respirar un eventual aire saludable y acogedor hasta volver a casa. Escapar de los fantasmas que sólo venían por la noche, porque iba al colegio por la mañana y por la tarde jugaba con mis amigos. Queremos salir, queremos huir, queremos escapar. Pero en este desparramo de emociones, no sabemos que sea sólo un escapar de la pandemia, ya que se mezclan angustias nuevas y las antiguas, miedos actuales que abrieron las puertas firmemente cerradas a miedos del pasado. Hacer deporte por ejemplo era muy importante, relajante y descontracturaba, pero hoy entendimos a través de estudios que no era el deporte solamente, era la grupalidad, el grupo que sostiene. Esto fue lo que hemos perdido, desde los niños y adolescentes hasta los adultos. La posibilidad de sostenernos entre todos en nuestros grupos de amigos, de estudios, de trabajo, etc.
Los cambios no son siempre bienvenidos, no nos agradan del todo y preferimos mantenernos en nuestra zona de confort. Pero existe una diferencia entre un cambio programado a futuro, que lo podemos pensar, razonar, discutir, posponer y hasta negociar y decidir. En otras palabras, nos podemos preparar y esperarlo con ciertas herramientas. Pero, el cambio brusco, el que no te permite pensar, razonar, y mucho menos decidir, es el que golpea nuestras vidas de manera diferente y a veces en forma de ansiedad, angustia, dolor, enojo, llanto, agotamiento, desconcierto general, aburrimiento, para algunos puede ser hasta muy difícil resolver si las herramientas con las que contaba no le resultaron efectivas. Nuestro primer trabajo va a ser reconocer qué nos pasa, qué sentimos en el cuerpo y en nuestra mente y poder relacionarlo con una emoción, preguntarnos ¿estoy triste, estoy aburrido, estoy enojado, esto que me pasa es nuevo o ya lo sentí antes? ¿De qué manera creo que voy a sentirme diferente, qué hice o estoy haciendo para cambiar esto que siento?.
Una de las palabras que utilizamos mucho al comienzo de la pandemia, o cuarentena más precisamente, fue “instrumentar”. Nos debemos instrumentar todos para poder seguir adelante, ver qué herramientas tenemos para continuar y buscar lo más humano que tenemos: “nuestra creatividad”. Por primera vez reconocimos a las personas que teníamos cerca o de confianza para hacer un mandado, un trámite o una compra, a quién podíamos llamar para hablar de lo que nos pasaba, quién era la persona para emergencias, cuáles eran los números importantes en nuestra agenda, recorrer nuestra casa y descubrir elementos que hace años no se les prestaba atención pero servían en ese momento para distraerse, dejar el pasto crecer hasta tener tiempo para cortarlo ya no fue una excusa, muchas personas comenzaron a armar nuevamente su jardín como parte de su “nueva vida”, fue una manera creativa de resolver el “Quedate en casa”.
Es decir, todos aquellos instrumentos o recursos que tenemos a mano y que no sabemos, pero que son de mucha ayuda en este momento.
Pensamos al comienzo que la virtualidad iba a ser más sencilla, hasta que nos encontramos durante varias horas al día viendo hacia una pantalla rectangular, sea celular, computadora o cualquier dispositivo que permitía una comunicación. Comprendimos que no era tan sencillo. En el trabajo, en el colegio, en la facultad, uno podía moverse, preparar el mate, ir al baño, la mirada era en distintas direcciones pudiendo mover el cuerpo completo para hablar con el compañero, el jefe o el profesor. En la cuarentena encontramos a todos estos personajes en un solo espacio al frente de nuestros ojos , en un rectángulo que no permite más que mirar hacia adelante en una misma dirección.
Sumado a esto nuestro hogar dejó de ser un espacio de intimidad para transformarse en un espacio público, ya dejamos de conectarnos con nuestro paciente, nuestro alumno/profesor o nuestro jefe, comenzamos a entrar a sus casas y ellos a las nuestras. Bebés que lloran, mascotas que se cruzan, mamás/papás que responden por los niños, etc. Los pizarrones que fueron minimizados a archivos digitales y uno siente por momentos que extraña el olor a tizas o a marcadores. Nos encontramos en un viaje a nuestra infancia ayudando a nuestros hijos e hijas en las tareas de primaria o secundaria. Todo se superpuso, cocinamos mientras tenemos una reunión o clase por zoom o meet, palabras nuevas que se hicieron cotidianas, lavamos la ropa mientras otro trabaja, mientras otro estudia, mientras otro mira una película, y todo se podía dar en la misma habitación.
Tal vez, eso es algo que tendríamos que aprender a generar, un espacio para recuperar la intimidad, encontrarnos nuevamente con nosotros mismos. Volver a rescatar esas cosas cotidianas que nos gustaban.
Sobre el autor

Lic. Cosme Soto M.P. 11641-Psicólogo clínico en consultorio privado y en “Hologramas” Centro Integral de Psicología.
Profesor Titular de Psicología Clínica del AT en el IUCBC (Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas de Córdoba).
Adscripto en varias cátedras como Instrumentos de Exploración, Psicopatología, Psicoterapia con niños y adolescentes en la Universidad Siglo 21.
Diplomado en Evaluación y Diagnóstico Psicológico.
Diplomado en Neurociencias y Neuropsicología clínica.
Acompañante Terapéutico